Luego de haber visto aquí las distinciones significativas entre lo que Dios hace en Cristo con lo que Dios hace mediante Cristo, como también la distinción necesaria entre lo que es la elección y la predestinación y lo que significa el amor y la misericordia de Dios, todo esto en base al pasaje de Efesios capitulo uno versos 4 y 5, en breve hablaremos de la predestinación Supralapsariana Cristocéntrica para luego al final incluir en este post un diagrama útil de este tema.
“Sus decretos determinan lo que será hecho… porque no hay nada más alto que Su voluntad.” William Perkins (1558-1602) [1]
Una de las contribuciones sumamente importantes por parte de William Perkins es sin duda su obra Una Cadena de oro, la descripción de la teología (A Golden Chain, the description of theology). En esta obra Perkins enfatiza que la elección incondicional tanto como la predestinación de todas las cosas tiene un fin supremo; la Gloria de Dios, colocando a Cristo en el centro de Su glorificación. Ahora, para que uno no pierda este propósito supremo en nuestra teología es necesario una cosmovisión Supralapsariana al respecto.
El supralapsarianismo Cristocéntrico sostiene que el decreto de la elección incondicional debe de preceder lógicamente al decreto que concierne a la creación del ser humano y su caída, esto con el fin de que la reprobación del ser humano sea ante todo un acto de la soberanía divina solamente, para luego (lógicamente hablando en los decretos), la condenación sea en base en el estado no-electo del hombre como una masa de perdición después de la elección incondicional, (en las palabras de Agustín de Hipona; massa damnata), todo esto con el fin de dar a conocer las riquezas de la gloria de Dios en la condenación de los impíos y la salvación de los escogidos (Romanos 9:21-23, Proverbios 16:4).
Perkins define la Gloria de Dios como “la excelencia infinita de Su más simple y más santa naturaleza divina.” y con esto en mente es como la predestinación Supralapsariana Cristocéntrica entiende los decretos divinos.
Perkins escribió lo siguiente: “Los decretos de Dios, es aquello por lo cual Dios en sí mismo y libremente, desde toda la eternidad, ha determinado todas las cosas (Efesios 1:11, Mateo 10:29, Romanos 9:21)” lo cual incluye; “la salvación o condenación [de los hombres], [y todo esto] para Su propia Gloria.”
Así por consiguiente, vemos que la predestinación es el medio en el cual Dios manifiesta Su Gloria a la raza humana siendo Cristo el centro de ella, por un lado Cristo es el Mediador para los escogidos por el Padre, y por el otro lado Cristo es la piedra de tropiezo para los impíos quienes fueron reprobados por Dios (1 Pedro 2:7-10).
Por último Perkins señala que:
“La elección es el decreto de Dios por el cual de Su libre voluntad Él ha ordenado a ciertos hombres para salvación, esto para la alabanza de la Gloria de Su gracia… Aquí hay tres cosas pertenecientes a la ejecución de estos decretos: primeramente la fundación, en segundo lugar los medios, y en tercer lugar los decretos. La fundación es Cristo Jesús, llamado por el Padre desde toda la eternidad para realizar el oficio de Mediador, para que en Él, todos aquellos que son escogidos [bajo el decreto] sean salvos.”
En la predestinación Supralapsariana Cristocéntrica Cristo y solo Cristo es el fundamento real de la elección de Dios para la salvación de los hombres como también para la condenación de los impíos, siendo Cristo el medio eficaz para la realización de todos los decretos divinos.
Porque El estaba preparado [destinado] desde antes de la fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos tiempos por amor a vosotros que por medio de El sois creyentes en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y esperanza sean en Dios… (1 Pedro 1:20-21 LBLA)
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[1] Frases de William Perkins tomadas del libro: A Puritan Theology, doctrine for life. Joel R. Beeke & Mark Jones
Agustín citado por Calvino: “¿Cómo es Dios justo y el hombre culpable en un mismo hecho, sino es porque cada acto tiene una sola causa? Si alguien se siente confuso por el hecho de que haya acuerdo alguno entre Dios y los malvados –cuando estos son impelidos, en justo juicio, a hacer lo que no está permitido y que saben que Dios prohíbe-, que tal persona recuerde el consejo que da también Agustín: ‘¿Quién no se sentirá impresionado por estos juicios al ver cómo Dios actúa en el corazón de los malvados como Él quiere y, sin embargo, los trata como ellos merecen?’ …Por eso Agustín afirma acertadamente en otro pasaje que, al constatar esto, Dios no analiza lo que los hombres pudieron hacer o lo que hacen, sino de lo que quisieron hacer, en efecto, son la voluntad y la motivación las que se tienen en cuenta.”
Institución, Libro I, sec XVIII, 4.