(“Los decretos eficaces de Dios,” an excerpt from Doctrine According to Godliness)
Debemos entender que los decretos de Dios no son un plan en papel escondido en un casillero en algún lugar en el cielo, sino la viva y poderosa voluntad de Dios. Sus decretos no son algo que Dios consulta de vez en cuando para ver qué era lo que Él pensaba hacer, sino más bien son los pensamientos de su propia mente inmutable, que es la fuente y la causa de todo lo que sucede.
Cuando Dios quiere algo, —y lo hace en todas las cosas—, entonces lo que Él ha querido debe llegar a ocurrir y no sucederá porque Él no ha querido que ocurra. La Escritura es muy clara al respecto. En Isaias 46:9,10 Dios dice:
“Acordaos de las cosas anteriores ya pasadas, porque yo soy Dios, y no hay otro; yo soy Dios, y no hay ninguno como yo, que declaro el fin desde el principio y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: “Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré“
En el Salmo 73:23-28 Asaf habla de ser guiados por el consejo de Dios, no porque él sabe de antemano lo que está en la voluntad de Dios para luego seguir, sino porque que el Consejo de Dios ha predeterminado toda su vida y todas sus circunstancias.
Hechos 2:23 enfatiza esta misma verdad en relación con la muerte de Cristo. Se dice que fue entregado en manos perversas de su enemigos por “el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios”. Lo que era cierto para el cumplimiento de la muerte de Cristo es también cierto para nuestra obtención de una herencia de parte de Dios. Esta herencia la obtenemos “habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad.” (Efesios 1:11).
Nadie, por lo tanto, puede nunca frustrar o cambiar la voluntad de Dios. Hay los que piensan que pueden. Algunos piensan que pueden cambiar la mente y voluntad de Dios a través de la oración, ya sea mediante la oración constante o por conseguir suficiente gente para orar. Otros creen que pueden manipular a Dios y conseguir que Él obre según sus propias voluntades por trucos religiosos tontos, pero no es así. La voluntad de Dios es todopoderosa e inmutable.
Esto, también, la Escritura atestigua claramente. En Daniel 4:35 Nabucodonosor, un rey impío, se ve obligado a reconocer que nadie puede decir a Dios, “¿Qué haces?” Romanos 9:19-20 nos dice que nadie puede resistir su voluntad.
Dios es soberano incluso en los actos de sus pensantes y volitivas criaturas —hombres y ángeles. Proverbios 16:9 nos dice que aunque planeamos nuestro camino, el Señor dirige nuestros pasos. Las disposiciones del corazón y la respuesta de la lengua también son de Él (v. 1). Incluso el corazón del rey está en la mano de Dios, y Él lo dirige a sus propios fines (Proverbios 21:1).
Que el decreto de Dios sea todopoderoso e inmutable es de gran consuelo a los que creen. Esta es la razón, por encima de todas las demás, por qué su salvación es segura. Sus mentes pueden fallar y sus voluntades cambiar, pero la voluntad de Dios y Su mente nunca cambian. Esta es la razón de porque sabemos que “todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito” (Romanos 8:28). Dios tiene soberanamente e inmutablemente decretado todas las cosas, y al decretar la salvación de ellos, no se verá frustrada o fracasada debido a los ángeles, ni principados ni poderes, o por cosas presentes o cosas futuras, o por la vida o la muerte, o cualquier criatura (Romanos 8:38-39).
De Él, por Él, y para Él, son todas las cosas. ¡Qué gran Dios y Salvador Él es!
Tomado de Doctrine According to Godliness por Ronald Hanko, pp. 74-75.
Título en inglés: God’s Efficacious Decrees.