Serie: Dogmática Escritural, Dios y Su Palabra.
Pregunta 30: ¿Cuáles son los Atributos de Dios?
El amor de Dios
El amor de Dios es esencialmente sobre todo ese deleite que Dios goza en sí mismo, es decir, Su amor por Su propia gloria y Santidad. Dios goza en sí mismo ese vínculo perfecto de amor y amistad entre los miembros de la Trinidad (Juan 3:35, 5:20, Juan 14:31, 2 Corintios 13:14). La Escritura define este amor como un vínculo perfecto o unión perfecta (Colosenses 3:14). Por lo tanto vemos que tanto el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo gozan por la eternidad una inmensa e ininterrumpida vida pactual de comunión y amor. Que Dios sea Dios de amor significa que Dios es Dios y que no necesita de Su creación para ser el Dios de amor que Él es. De la eternidad a la eternidad Él es amor y ésto precisamente por ser el Dios Trino que Él es.
Esto dice mucho sobre el tema, pues en primer lugar vemos que Dios ama Su propia gloria y Santidad lo cual implica que a la vez Él aborrece eternamente todo lo que sea anti-Dios, u opuesto a Dios (Isaías 42:8, Ezequiel 39:25, Salmo 5:4-6). Y ya que el amor es el vínculo perfecto de comunión y amistad, se sigue entonces que si Dios ama a alguien fuera de sí mismo debe ser alguien que primeramente ya goce ese atributo divino en sí mismo, como también quien sea el representante (como cabeza federal) de todos aquellos que les sea concedida dicha bienaventuranza de parte de Dios. Esta persona sin duda es nuestro Señor Jesucristo, quien es el Hijo eterno encarnado quien vino en rescate de todos aquellos que son de Él por la elección del Padre (Mateo 3:17, Mateo 17:5, Marcos 1:11, Lucas 3:22, Lucas 9:35, Efesios 1:3-6). De este modo vemos que el amor de Dios precede a Su misericordia pues Cristo mismo es la muestra de ello como también quien amó Él mismo a Su iglesia y se entregó por ella (Efesios 1:4-5, 5:25).
Que Dios ame a individuos en Cristo significa que Dios los ama eternamente de tal forma que Dios mismo es quien los salva de su estado de miseria y pecado en el cual ellos se encuentran. Él los toma en Cristo primeramente y luego los salva por los méritos de Cristo, transformándolos a la Imagen de Su Hijo Amado para que ellos puedan gozar eternamente de dicha bienaventurada de lo que Dios es en sí mismo, ese vínculo perfecto de amor y amistad entre los miembros de la Trinidad (Jeremías 31:3, Juan 17:23-24, Romanos 8:29).
Objeción #1: Juan 3:16 dice; “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Este texto dice que Dios ama a todo el mundo por lo tanto el amor de Dios debe ser universal, es decir, que Dios ama a todos y cada uno de los seres humanos.
Respondemos: Juan 3:16 tiene su contexto cercano el cual es Juan 3:36. En Juan 3:36 leemos que; “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” Y ya que en la esfera de quienes escuchan el evangelio siempre existen quienes lo rechazan, se sigue entonces, y con base a Juan 3:16, 17, 18 y 36, que la ira de Dios, no el amor, está sobre todos ellos. Por lo tanto es una observación errada leer Juan 3:16 y deducir que Dios ama a todos y cada uno de los seres humanos.
Juan 3:16 no habla de un tipo de amor general o universal de Dios que se extingue rápidamente emergiendo con ello una ira hacia los mismo seres anteriormente “amados,” sino más bien Juan 3:16 nos habla del amor salvífico (el cual es siempre particular) que Dios tiene hacia Sus criaturas escogidas en Cristo Jesús y las cuales vienen siempre a la fe de la verdad (Efesios 1:3-5, Juan 10:27-30).
El pacto de gracia en relación con este atributo de Dios
El gran descubrimiento del evangelio es el amor del Trino Dios el cual procede hacia nosotros por Su pacto de gracia, el cual fue establecido con Su pueblo en Cristo Jesús desde antes de la fundación del mundo, pues del pacto de gracia vemos que; 1) Cristo fue “destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,” (1 Pedro 1:20), 2) que el pueblo pactual fue escogió en Él antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4), y 3) que la gracia es incondicional pues, “nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9). De este modo, “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Pues, “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (Romanos 5:8, 1 Juan 4:10).
Bien lo expresa Herman Bavinck al decir; “El pacto de gracia de hecho es unilateral; procede de Dios. Él lo ha diseñado y Él lo ha definido. Él lo mantiene y lo implementa. Es una obra del Trino Dios y totalmente completada entre las Tres Personas de la Trinidad.” [1].
Por último, Zacharius Ursinus (1534-1583) o más bien conocido en castellano como Zacarías Ursino que junto con Gaspar Oleviano (1536-1587), fue un teólogo protestante alemán y autor del Catecismo de Heidelberg. En su Catecismo Mayor la Summa Theologiae, el cual fue preparado para estudiantes de teología, él hace la misma pregunta inicial de del Catecismo de Heidelberg sólo que con una respuesta distinta y muy notable para el cierre de este atributo que hemos estudiado el día de hoy;
¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?
Que fui creado por Dios a Su imagen para vida eterna; y después que voluntariamente estaba perdido en Adán, Dios, de Su infinita y libre misericordia, me tomó a Su pacto de gracia para darme por fe; la justicia y la vida eterna debida a la obediencia y muerte de Su Hijo quien fue enviado en la carne por mi. Y que Él mismo selló Su pacto en mi corazón por Su Espíritu Santo quien me renueva a la imagen de Dios y clama en mí; “Abba” Padre, por Su Palabra y los signos visibles de este pacto. [Zacharius Ursinus, Large Catechism, Q.A. 1].
[1] Herman Bavinck, Reformed Dogmatics, Abridged in One Volume, John Bolt, página 402.