Por Ronald Hanko [1]

La característica única del pacto con Israel era por supuesto la entrega de la Ley divina en el monte Sinaí. ¿Cuál es la relación entre la Ley y el pacto?

Para la comprensión fundamental de esta relación es Gálatas 3:17-21. Este pasaje muestra en primer lugar que el pacto con Abraham que fue cuatrocientos años antes de la promulgación de la Ley en el monte Sinaí es el pacto que había sido “confirmado en Cristo”, es decir, el mismo pacto eterno de Dios. En segundo lugar este pasaje muestra que la entrega de la Ley divina no podía invalidar este pacto (v. 17). Incluso la Ley no está ni siquiera en contra del pacto mismo (v. 21).

Éxodo 24:7 va más lejos aún al llamar a la Ley “el libro del pacto”, el libro en el cual Dios da a conocer Su pacto con Su pueblo. Si el pacto al que pertenecía es el pacto que fue confirmado en Cristo —el mismo pacto al que pertenecemos nosotros— entonces la Ley sigue siendo el libro del pacto para el pueblo de Dios aunque mucho se ha añadido a ese libro desde entonces.

Según Gálatas 3:19 esta Ley escrita se añadió al pacto a causa de nuestras transgresiones hasta que Cristo viniese. Esto significa que la Ley al revelar el pecado en nosotros nos muestra nuestra necesidad de Cristo, pues; “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” en Él (v. 24).

Romanos 10:4 nos dice más sobre este tema. No dice que Cristo sea el fin de la Ley en el sentido de que Él toma la Ley y la aleja de nosotros, sino más bien dice que Cristo es el fin de la Ley por ser Él su objetivo y propósito. La Ley fue dada con Cristo como su objetivo principal y ella cumple su propósito cuando al descubrir el pecado le muestra al verdadero Israel su necesidad de Cristo y de la justificación por la fe en Él.”

Que la Ley sigue teniendo esta función Pablo lo demuestra claramente en Romanos 7:7 cuando él dice; “yo no conocí el pecado sino por la ley.” Como también Gálatas capítulo 3 lo expresa cuando dice que la Ley no sólo era el ayo de los judíos sino también el nuestro (vv. 23, 24).

No tenemos ninguna dificultad por lo tanto en decir que la Ley ha sido y es parte del pacto de Dios. Ciertamente fue parte del pacto en el Antiguo Testamento como nos lo recuerda Gálatas 3:19. Y que todavía pertenece al pacto en el Nuevo Testamento es claramente visto por el hecho de que la misma Ley dada en el Antiguo Testamento sigue siendo para nosotros un ayo para llevarnos a Cristo en el presente. Lo único que ha cambiado es nuestra relación con la Ley como pueblo del pacto, pero eso es otro tema tratado en Gálatas 4:1-7.

Con esto no negamos que en la Ley había “rudimentos del mundo” unidos a ella como también elementos que eran puramente ceremoniales (Colosenses 2:20-23). Todos estos han cesado pero incluso en el Antiguo Testamento estos elementos eran parte del pacto de Dios en el sentido que apuntaban a Cristo y funcionaban como un “tutor” para llevar al Israel a Cristo.

El punto aquí es que no hay sino un sólo pacto, un pacto que no está en conflicto con la Ley divina, un pacto de gracia en Cristo Jesús a quien todo el verdadero Israel pertenece. La ley de Dios no era, no es, y nunca será en contra del pacto de Dios.


[1] Ronald Hanko, "The Law and the Covenant", Doctrine According to Godliness páginas 174-175.
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