Si vemos la ley como una condición del pacto de obras, trae consigo la amenaza de muerte para los transgresores y la promesa de vida para aquellos que la observan perfectamente. Sin embargo, si la vemos en el contexto de las circunstancias y el objetivo con el que fue declarado en el monte Sinaí, entonces los verdaderos participantes del pacto pueden percibir realmente lo que merecen sus transgresiones y cuáles serían las consecuencias de la obediencia perfecta. Sin embargo, el Fiador les ha quitado el castigo que les correspondía, y por su continua comisión de ofensas perciben fácilmente que no pueden guardar perfectamente la ley ni obtener la salvación por medio de ella, sino sólo a través del Fiador, Jesucristo. También pueden comprender que por sus transgresiones, Dios los castiga como Padre y que Él misericordiosamente recompensa sus sinceros esfuerzos.
Brakel, Wilhelmus à. The Christian Reasonable Service, Vol 3.