Por Ronald Hanko [1]
Hemos demostrado de Gálatas 3:17-21 que la Ley fue dada como parte del pacto de Dios y que aún sigue formando parte del pueblo pactal de Dios. Esto quiere decir por supuesto que la Ley y la gracia no están en contra el uno del otro. Y que por lo tanto la ley no está en contra del pacto o de sus promesas (Gálatas 3:21). También hemos demostrado que en el pacto, la Ley tiene su propia función; el cual es en primer lugar el descubrir el pecado (Gálatas 3:19, 24). Con esto dicho aquí, pocos estarían en desacuerdo.
Sin embargo, eso no sería la única función de la Ley como “el libro del pacto” según la Escritura (Éxodo 24:7). En el pacto la Ley también funciona como una guía de obediencia para la vida de gratitud que los cristianos están llamados a vivir como pueblo del pacto de Dios.
Debido a esta función de la Ley en el pacto, el creyente puede llamar a la Ley divina; “Lámpara es a mis pies y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105; Proverbios 6:23). Pues ella es una guía segura y firme para el creyente a lo largo del camino de su vida.
Por esta razón la Ley de Dios es también llamada; “la Ley perfecta de la libertad” o también “la Ley real” según Santiago 1:25, 2:8, 12. Esta Ley real no es una nueva Ley distinta sino los mismos diez mandamientos como lo vemos en Santiago 2:8, 11. A medida que la Ley real de la libertad dada por el Rey de reyes, define y establece límites a nuestra libertad Cristiana, entonces ella está manteniendo así nuestra libertad en Cristo de tal modo que nuestra libertad no termine convirtiéndose en libertinaje (Gálatas 5:13-14).
Incluso en el Antiguo Testamento, Dios dio Su Ley primeramente a un pueblo que Él ya había redimido y salvado de la esclavitud de Egipto, para luego otorgar Su Ley a ellos para su modo de vida (Éxodo 20:1-2). Dios hizo esto no para traerlos de vuelta a la servidumbre, sino para establecer límites sobre la vida de ellos como Su propio pueblo del pacto y así organizar sus vidas para que ellos pudieran servirle mejor y mostrar con ello su agradecimiento por tan enorme liberación hecha por Dios.
Este siempre ha sido el caso con respecto a las leyes. En un país libre, la libertad es vigilada por la Ley. Es la Ley que establece límites a la libertad de tal forma que la libertad no termine siendo destruida por causa del mismo hombre al hacer lo que es recto a ante sus propios ojos. Cuando se deja la Ley a un lado y cada uno hace lo que quiere, como a menudo ocurre en el día de hoy, al final vemos que una persona ni siquiera tiene la libertad de poder salir de su propia casa y caminar por las calles sin temor alguno, lo que sería un gobierno anarquista.
Es la Ley divina por lo tanto, que le da estructura y orden a la vida del pueblo del pacto de Dios. Ella define como guía al pueblo de Dios, su relación por gratitud a Dios para que Él sea glorificado por medio de sus vidas. La Ley es capaz de hacer esto ya que revela la naturaleza y los atributos de Dios y así nos muestra la naturaleza de una vida que glorifique a Dios.
La Ley no lleva a los hombres a una relación de pacto con Dios, ni mucho menos da la gracia necesaria para vivir una vida que glorifique a Dios. Esto se obtiene sólo por medio de Cristo Jesús (Gálatas 3:24). Sin embargo, la Ley siendo el libro del pacto, sigue siendo el libro de instrucción y de guía el cual revela al pueblo de Dios del cómo ellos pueden agradarle y estar agradecidos a Él no solo de palabra sino también de hecho.
Esto no niega sin embargo que la relación del creyente con la Ley en realidad haya sido modificada por la llegada de Cristo. Pues el creyente ya no está más bajo la Ley (condena y muerte) sino bajo la gracia (justificado y vivificado para con Dios) por causa de Cristo.
[1] Ronald Hanko, "The Law’s Function in the Covenant", Doctrine According to Godliness páginas 176-177.