(“El pacto de la gracia,” an excerpt from Doctrine According to Godliness)
Si el pacto de Dios es una relación o vínculo entre Dios y Su pueblo, entonces puede ser solamente un pacto de gracia.
Que debemos vivir en una relación de amistad, compañerismo y amor con el Dios viviente tiene que ser un favor inmerecido hacia nosotros por parte de Dios. Es casi impensable que Dios deba morar con nosotros y ser nuestro Dios, pero Sus promesas, no obstante a nosotros como pecadores, son;
“Habitare en ellos, y andaré entre ellos; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.” (2 Corintios 6:16).
¡Qué maravilla!
Lo que es verdad para nosotros era también una verdad en Adán. ¿Quién se atreverá decir que Adán como creación quien conoció y amó a Dios era eso cualquier cosa menos un favor inmerecido? Ciertamente no estaba basado en el mérito de Adán, porque desde que él fue creado en tal alta posición ante Dios él no tenía ninguna oportunidad de mérito, como hemos aprendido de Lucas 17:10;
“Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: “Siervos inútiles somos; hemos hecho sólo lo que debíamos haber hecho.”
Nosotros rechazamos por lo tanto, cualquier conversación de un pacto de obras sobre la base de méritos. No nos negamos hablar del pacto de obras como una descripción del pacto de Dios con Adán, aunque lo haríamos con mucho cuidado en cualquier conversación al calificarlo. Debe ser claramente entendido, si nosotros vamos a hablar de un pacto de obras, que este no sea otro pacto sino una revelación del único pacto de Dios; como también de la obediencia y las buenas obras de Adán las cuales no eran la base o razón para el pacto, sino solamente el camino en el cual Adán continuaba disfrutando ese pacto.
Esta es solo otra manera de decir que el pacto es hecho y mantenido por Dios solamente sin la ayuda o cooperación del hombre. Es decir, que el pacto nunca depende del hombre, aunque él tenga deberes y responsabilidades en el pacto.
Quizás una analogía pueda ayudar. Nosotros sabemos que debemos comer para vivir, pero también reconocemos que nuestra vida no depende de los alimentos y bebidas. Ni recibimos nuestra vida de los alimentos y bebidas. Nuestra vida depende de Dios, de quien recibimos vida cada momento. Los alimentos y las bebidas son solamente los medios, no la razón para vivir. Tanto lo es en el pacto.
Obediencia es solamente el medio por el cual nosotros disfrutamos las bendiciones y privilegios del pacto de Dios, pero nunca es la razón para el pacto en sí.
Porque el pacto es de la gracia, es un pacto seguro y perpetuo, que no puede ser quebrado. Aunque Adán fue infiel y nosotros en él, Dios permanece fiel, Él nunca rompe Su pacto o altera lo que ha salido de Sus labios (Salmo 89:34). ¡Grande es Su fidelidad!.
Solo a Él sea la Gloria como el Dios de pacto.
Tomado de Doctrine According to Godliness por Ronald Hanko, pp. 65-66.
Título en inglés: The Covenant of grace.
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