Por Horacio Bonar
Escuchemos la predicación apostólica y veamos cómo estos hechos formaron el encabezamiento de los primeros sermones, sermones tales como el de Pedro en Jerusalén o el de Pablo en Corinto y Antioquia. El sermón de Pedro en Jerusalén comunicó que aquel Jesús de Nazaret, a quien ellos crucificaron, Dios lo resucitó de entre los muertos, lo exaltó hasta su trono y lo hizo Señor y Cristo (Hechos 2:29-36). Esto el apóstol lo anunció como las “buenas nuevas”. El sermón de Pablo en Antioquia fue sustancialmente lo mismo; una declaración de los hechos sobre la muerte y la resurrección de Jesús; y la aplicación de ese sermón se encuentra en estas palabras: “Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree” (Hechos 13:38-39). Su sermón en Corintios era muy similar. Nos ofrece el siguiente bosquejo: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:1-4). Luego añade: “así predicamos, y así habéis creído” (verso 11).
Esta era la predicación apostólica. Este era el evangelio de Pablo. Narraba unos pocos hechos respecto a Cristo y luego añadía la evidencia de su verdad y certeza, para que todos los que lo escucharan creyeran y fueran salvos. En estos hechos se anuncia el amor gratuito de Dios a los pecadores; y se revela la gran salvación. Es éste evangelio el que es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree… porque en Él se revela la justicia de Dios de fe en fe” (Romanos 1:16-17).
Su énfasis no era “has esto, o has aquello; ora y trabaja, emplea los medios”, tal cosa es ley, no evangelio. El evangelio proclama ¡Cristo lo ha hecho todo! Lo hizo todo cuando fue “entregado por nuestros pecados y resucitado por nuestra justificación” (Romanos 4:25). Lo hizo todo cuando optuvo “la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). “Consumado es” (Juan 19:30). Su obrar se haya tan completo que no queda cosa alguna que nosotros podamos hacer. ¡Solo tenemos que entrar en el gozo de conocer que todo está hecho! Y éste es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo” (1 Juan 5:11).