El Evangelio es el poder de Dios para salvación

Porque hoy en día hay que defender el evangelio glorioso de Jesucristo aún de los propios “evangélicos” quienes lo distorsionan, a continuanción presentamos una serie titulada: ¿Qué es el Evangelio de Jesucristo?, deseando así que sea de bendición al pueblo de Dios.

Por John W. Robbins [1]

Pablo nos dice que el evangelio es el poder de Dios para salvación. A los que Dios tiene de ante mano salvar son salvados por el mensaje predicado. Hay muchos aspectos de este punto que podríamos desarrollar pero nos centraremos en el área que necesita aclaración, esto a juzgar por la mucha literatura en el mundo religioso. Pablo dice que el evangelio es el poder de Dios para salvación de todos los que creen. Por lo general se toma esta declaración en el sentido de que sólo si el Evangelio es creído al principio, entonces la salvación seguirá despues. En otras palabras, creemos que esa declaración (el Evangelio es el poder de Dios) se refiere casi exclusivamente, si no exclusivamente, a la salvación de los no creyentes. Pero la declaración de Pablo es también aplicable al creyente. El Evangelio salva al incrédulo cuando cree, pero también salva al creyente durante él cree. El Evangelio es el poder continuo de Dios para la salvación del creyente. El Evangelio es aquello por el cual el creyente es salvado por Dios en el principio, en medio y al final de la vida cristiana. Nunca hay un momento en la vida del cristiano, cuando el Evangelio no le está salvando. En consecuencia, el creyente debe de mirar hacia el Evangelio en cada momento durante su vida.

El Evangelio y la santificación son aspectos muy distintos. El Evangelio no es igual ni tampoco incluye santificación. Ya que el Evangelio y la santificación no son idénticos, no podemos decir que la santificación es aquello por el cual Dios nos salva. El Evangelio es el poder de Dios para salvación. Los elegidos son regenerados y adicionalmente santificados por la verdad del Evangelio, pero el Evangelio no es santificación. No estamos sugiriendo en ningún instante que la santificación no es importante. Incluso estamos preparados para decir que ningún hombre se encontrará agradable a los ojos de Dios sin ella. Pero lo que sí estamos diciendo es que la santificación siempre será un fruto del Evangelio (Colosenses 1:5-6). Sólo lo que se produce en nuestras vidas como resultado directo del Evangelio es la verdadera santificación. La santificación necesita el Evangelio para su origen y poder. El error satánico del romanismo, de la ortodoxia oriental, y del arminianismo es convertir la santificación en el Evangelio. Cuando esto sucede el poder del testimonio cristiano comienza a observarce en una vida santa y ya no en el poder del Evangelio. Debemos darnos cuenta de que la santificación en sí misma es solo el resultado y el efecto del poder de Dios en el Evangelio.

No sólo la santificación necesita el Evangelio como su fuente poderosa, sino también la santificación necesita el Evangelio como su protección constante. Un evangelio sin la santificación es bastante fácil de detectar. Sin embargo, una santificación sin Evangelio puede ser más difícil de detectar, especialmente en una época en que se piensa que el Evangelio y la santificación son idénticos. Si se permite que la santificación, en un todo o en cierta parte, se convierta en el Evangelio, entonces tenemos una santificación fuera del Evangelio. Para hacer la santificación igual al Evangelio, o para hacer que el Evangelio incluya la santificación, es postular una santificación sin el Evangelio.

La santificación necesita el Evangelio como su protección final. Todos los que son salvos al final serán salvados por el mismo medio como al principio. Nuestra santificación no será capaz de salvarnos al final más de lo que era al principio por el Evangelio. Esto para los que ven la salvación final en base a nuestra santificación. Lo que la iglesia necesita hoy es más santificación!”, esto es un grito común escuchado hoy en día por muchos, sin embargo, es lamentable que el grito tan a menudo proclamado significa más bien una elevación de la santificación a la condición del Evangelio y no del poder mismo del Evangelio. Si el Evangelio es lo que produce una verdadera santificación (¿y quién quiere otra fuente?) y la iglesia necesita más auténtica santificación, entonces la iglesia necesita más Evangelio. El Evangelio es el poder de Dios para producir santificación.

El Evangelio es la información acerca de Jesucristo y no de ninguna otra persona. El Evangelio es la información sobre un acontecimiento histórico del pasado. El evento es del pasado, no presente o futuro. Es un acontecimiento histórico y no una experiencia existencial, encuentro, o relación en el presente. A menos que estemos predicando acerca de un evento histórico del pasado, no estamos predicando el Evangelio.

El Evangelio es la información sobre la obra perfecta de Dios en Jesucristo a favor de su pueblo. Sólo el Evangelio es el poder de Dios para salvación, incluso para la salvación del ya creyente. Nuestra santificación depende del Evangelio como su fuente, protección y cobertura final ante el gran trono del juicio de Dios. Siempre debemos resistir el aislamiento de la santificación del Evangelio en cualquier momento de la vida cristiana. Aquellos que identifican el Evangelio y la santificación y aquellos que desean incluir la santificación como una parte del Evangelio en realidad terminan divorciándo la santificación del Evangelio. Muy a menudo el grito, “Más santificación!”, en realidad significa: “¡Fuera con el Evangelio! ¡Más obras buenas!“. Este evangelio niega otros evangelios, que no son el Evangelio.


[1] What is The gospel of Jesús Christ?, Against the Churches: The Trinity Review, 1989-1998, page 381.

photo credit: paval hadzinski via photopin cc

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