[1] Por Herman Hoeksema.
Según nuestra presentación [del consejo de paz o redención] en el cual la idea del pacto ocupa un lugar todo dominante, las relaciones de éste son diferentes:
- Dios vive una vida pactual perfecta en Él mismo como el Dios Trino.
- Él decreta eternamente glorificarse a sí mismo y por consiguiente Él se revela como el Dios pactual que es.
- Él determina impartir Su propia vida pactual a criaturas y así darse a conocer en la gloria y bienaventuranza de esa vida pactual que es fuera de Él mismo.
- Para hacer esto el Dios Trino dispone al Hijo para que éste llegue a ser el mediador de este pacto de gracia.
- Es por medio de Él que el pacto de Dios debe ser revelado fuera de Él mismo (ad extra) y en Él la vida pactual de Dios debe morar centralmente.
- De este modo el Dios Trino en el decreto del pacto de gracia ha dado el reino a Su Hijo amado:
“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Reconciliación por medio de la muerte de Cristo El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.” (Colosenses 1:9-20).
[1] Herman Hoeksema, The Counsel of Peace and the Decrees of God, Reformed Dogmatics pagínas 472-473.