Cuando la iglesia primitiva formuló sus credos, simultáneamente estaba re-formulando la ley civil. Tal correlación era inevitable ya que, contra la antigua tradición pagana que ubicaba la fuente de autoridad y moralidad en la polis, el Credalismo Cristiano ortodoxo afirmaba la Soberanía del Creador sobre la historia y la incursión del Dios-hombre mesiánico en la historia humana. Así, los primeros Credos de la fe Cristiana fueron una declaración concerniente no solo a la teología propiamente dicha, sino también a la escatología y la ética; el curso de la historia y la fuente de la autoridad ética se encontraban en la auto-contenida, trascendente e inmanente ontológica Trinidad.
La palabra de este Dios era claramente pertinente a todos los aspectos de la existencia histórica del hombre desde que Cristo, la Palabra de Dios, fue visto como profeta, sacerdote y Rey sobre el hombre y la historia. La soberanía del estado fue desafiada por el gobierno Soberano de Cristo, y el derecho canónico se esforzó por poner toda la vida del ser humano bajo las normas de la Ley de Dios.
La libertad, el constitucionalismo y la moralidad occidentales provienen de los primeros Credos de la Cristiandad como alternativa a las pretensiones mesiánicas del estado secular. Mientras que el senado romano tuvo que aprobar a los dioses, los Credos Cristianos afirmaron la Autoridad de Dios sobre toda la creación, atribuyendo a Cristo toda Autoridad en el cielo y la tierra. Por lo tanto, el gobierno civil tenía al final sólo una autoridad derivada como ministro de justicia bajo Cristo y Su Palabra. Así, el origen de la política del derecho, entonces, se encuentra, no en César, sino en última instancia en Cristo y la Ley de Dios.
Greg. Bahnsen, Theonomy in Christian Ethics.