Las Cinco solas

Las Cinco Solas en latín que surgieron de la Reforma Protestante pretenden resumir los principios teológicos básicos del movimiento Reformado;

1) Sola Scriptura

Para que el hombre pueda conocer a Dios, glorificarle y disfrutar de Él para siempre [1], es necesario una revelación verbal por parte de Dios al hombre que le comunique el significado verdadero de las cosas. Esto con el fin de que el hombre pueda saber con certeza las palabras de verdad [2]. Así, el conocimiento de lo que el hombre debe de saber presupone información divinamente dada, y ya que Dios no puede mentir Su Palabra revelada debe ser verdad e infalible [3]. Por esta razón, la Escritura no sólo es nuestro punto de partida para todo conocimiento sino también es la única condición necesaria para que el conocimiento verdadero pueda ser.

Por lo tanto, afirmamos que la Escritura inerrante es la única revelación divinamente dada, la cual es la máxima fuente de conocimiento y verdad que debe regir la conciencia del ser humano. La Escritura enseña todo lo que es necesario y suficiente para nuestra salvación como también es la única medida perfecta de fe y conducta con la cual todo ser humano debe medirse.

Negamos que cualquier credo, concilio o individuo pueda regir la conciencia del hombre como también negamos que el Espíritu Santo habla independientemente o contrario a lo que está escrito en la Sagrada Escritura, o que experiencias espirituales personales puedan ser en alguna forma u ocasión, medio de revelación.

[1] Romanos 11:36; 1 Corintios 10:31; Salmos 73:25, [2] Proverbios 22:19-21, [3] 2 Samuel 7:28, Juan 17:17, Romanos 3:4.

Así mismo Martín Lutero declaró cuando dijo:

“Al menos que se me convenza mediante testimonios de la Escritura, y claros argumentos de la razón, — porque no le creo ni al Papa, ni a los concilios, ya que está demostrado que a menudo han errado y se contradicen entre ellos —, estoy vencido por los textos de la Sagrada Escritura que he citado, y mi conciencia está ligada a la Palabra de Dios.”

Como declara la Confesión de fe de Ginebra (1536) cuando dice:

“En primer lugar confesamos que deseamos seguir la sola Escritura como norma de fe y religión, sin mezclarla con ninguna otra cosa que pueda ser concebido por la opinión de los hombres aparte de la Palabra de Dios, y sin querer aceptar para nuestro gobierno espiritual cualquier otra doctrina que lo que se transmite a nosotros por la misma Palabra sin adición ni disminución, según nuestro Señor manda en Su Palabra escrita.” (Artículo 1).

Como la Confesión Bélgica (1561) cuando dice:

“Creemos, que esta Santa Escritura contiene de un modo completo la voluntad de Dios, y que todo lo que el hombre está obligado a creer para ser salvo se enseña suficientemente en ella…  Tampoco está permitido igualar los escritos de ningún hombre -a pesar de lo santos que hayan sido- con las Divinas Escrituras, ni la costumbre con la verdad de Dios (pues la verdad está sobre todas las cosas), ni el gran número, antigüedad y sucesión de edades o de personas, ni los concilios, decretos o resoluciones; porque todos los hombres son de suyo mentirosos y más vanos que la misma vanidad. Por tanto, rechazamos de todo corazón todo lo que no concuerda con esta regla infalible…” (Artículo 7).

2) Sola Gratia

Ya que el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios porque para él son locura y no las puede entender, (porque éstas se han de discernir espiritualmente), y por causa de su muerte espiritual como también por sus pecados e incapacidad de poder ver el Reino de Dios [1], Dios en Su gracia concede a Su pueblo electo toda bendición espiritual en nuestro Señor Jesucristo [2].

Por lo tanto, reafirmamos que en la salvación somos rescatados de la ira de Dios solamente por su gracia. El trabajo sobrenatural del Espíritu Santo es el acto divino eficiente que nos trae a Cristo a través de liberarnos de nuestra esclavitud del pecado y resucitarnos de la muerte espiritual a la vida espiritual concediendo así las demás gracias salvíficas.

Negamos que la regeneración sea el resultado de una cooperación humana como también negamos que la salvación sea alcanzada por métodos humanos, técnicas o estratégicas o algo parecido asumiendo puedan en sí producir esta transformación. La Fe salvífica no es producida por nuestra naturaleza humana no regenerada.

[1] Génesis 6:5, Jeremías 13:23, 17:9-10, 1 Corintios 2:14, Efesios 2:1, Juan 3:3, Romanos 1:28-32, 3:9-19, [2] Mateo 11:25-27, Efesios 1:3, 2:8, Filipenses 1:29, 1 Corintios 4:7, 2 Corintios 3:5, Filipenses 2:13, Tito 3:5, 1 Corintios 15:10.

Como declara la Confesión de fe de Ginebra (1536) cuando dice:

“A fin de que toda la gloria y alabanza sea dada a Dios (como es merecido), y para que seamos capaces de tener la verdadera paz y el reposo de nuestras conciencias, nosotros entendemos y confesamos que todos los beneficios los recibimos de Dios, como se dijo anteriormente, por Su clemencia y misericordia, sin ninguna consideración de nuestra dignidad o del mérito de nuestras obras, el cual estaba previsto sin ningún tipo de recompensa más que la confusión eterna.” (Artículo 10).

Como la Confesión Bélgica (1561) cuando dice:

“Creemos que, para obtener verdadero conocimiento de este gran misterio, el Espíritu Santo enciende en nuestros corazones una fe sinceran, la cual abraza a Jesucristo con todos Sus méritos, se lo apropia, y fuera de El ya no busca ninguna otra cosa.”

3) Solus Christus

Cristo no solo vino a cumplir con su obediencia la Ley de Dios sino también vino para que la misma Escritura cumpliese sus profecías y promesas de salvación hechas en Cristo Jesús a favor del pueblo de Dios [1]. La Ley divina demanda perfección. El Evangelio de Jesucristo otorga perdón de pecados como también justicia a transgresores de la Ley solo por los méritos de Cristo [2]. Así, cuando el hombre es «confrontado» por Dios es siempre en relación a Su Ley que le demanda ser justo ante Él. Pero cuando el hombre es «consolado» por Dios es siempre en relación a Su Gracia en Jesucristo que lo acepta no siendo él el justo sino sólo Cristo. El «Evangelio» consiste no en lo que el hombre hace para ser justo ante Dios sino en lo que Dios ya ha hecho en Jesucristo a favor de él, todo esto según el plan eterno y en las promesas reveladas de salvación en la Escritura [3].

Si las buenas noticias que los hombres escuchan no consuelan a los pecadores arrepentidos no es Evangelio. La Ley demanda todo lo que solo Cristo cumple, el Evangelio obsequia a trasgresores todo lo que la Ley demanda. Es así que el Evangelio de Jesucristo cumple primeramente con la demanda según la Ley divina y luego concede la justicia adquirida a transgresores de la Ley. El Dios que demandaba a Sus criaturas conformarse a Su ley es el mismo Dios que ahora ha otorgado a transgresores la solución por el Evangelio glorioso de Su Hijo. Si el evangelio consistiera en; “haz esto y vivirás” (lo cual dice la Ley), entonces el grito triunfante de “consumado es” en la cruz [4] no tendría sentido alguno. Pero es esto último lo que hace del Evangelio la gran noticia a proclamar: que Dios ha triunfado sobre el pecado de Su pueblo [5] quedando satisfecho con la muerte y obra vicaria de Jesucristo en la cruz del calvario [6].

Por lo tanto, reafirmamos que nuestra salvación es obtenida por la sola obra redentora del Cristo histórico. Su vida sin pecado y su pago sustitucional son necesarios y suficientes para nuestra justificación y reconciliación con el Padre.

Negamos que el Evangelio glorioso de Jesucristo es predicado si el trabajo sustitucionario de Cristo es no declarado y si la fe en Cristo no es solicitada.

[1] Mateo 5:17, Lucas 23:37, [2] Romanos 3:24, 1Timoteo 2:5-6; Colosenses 1:13-18, [3] Romanos 8:29-34, Mateo 13:11, Lucas 24:45, [4] Juan 19:30, [5] 1 Corintios 15:3, Romanos 5:8, Gálatas 1:3-5, 1 Juan 4:10, [6] Isaías 53:10-11.

Como declara la Confesión de fe de Ginebra (1536) cuando dice:

“Confesamos a continuación que es Jesucristo quien ha sido dado por Dios el Padre y con el fin de que sea solo en Cristo, en donde debemos recuperar todo lo que nos hace falta en nosotros mismos. Ya que todo lo que Jesucristo ha hecho y sufrido es para nuestra redención…” (Artículo 6).

Como la Confesión Bélgica (1561) cuando dice:

“…se ha puesto en nuestro nombre ante el Padre para apaciguar su ira con plena satisfacción, inmolándose a sí mismo en sí madero de la cruz, y derramando su preciosa sangre para purificación de nuestros pecados, como los profetas habían predicho…” (Artículo 21).

Como también el Catecismo de Heidelberg respondiendo a la pregunta numero 30:

“¿Creen pues también en el único Salvador Jesús, aquellos que buscan su salvación en los santos, o en sí mismos o en cualquiera otra parte? No, porque aunque de boca se gloríen de tenerle por Salvador, de hecho niegan al único Salvador Jesús: pues necesariamente resulta, o que Jesús no es perfecto Salvador o que aquellos que con verdadera fe le reciben por Salvador tienen que poseer en El todo lo necesario para su salvación.”

4) Sola Fide

Es importante resaltar en la oración Sacerdotal de nuestro Señor Jesús en Juan capítulo 17, las referencias que Él hace a; conocer, palabras, recibir, entender y creer. Esto es sumamente importante en relación a lo que la fe salvífica es. Por ejemplo, el Señor repetidamente reprochaba a los Fariseos la incredulidad que tenían ellos al testimonio acerca de Jesús mismo dado por el Antiguo Testamento: “Porque si ustedes creyeran a Moisés, me creerían a mí; pues él escribió de mí. Pero si no creen a sus escritos, ¿cómo creerán a mis palabras?” [1]. Incluso Juan el Bautista diría en otra parte que, “El que recibe Su testimonio atestigua que Dios es veraz” [2]. Y el mismo Señor diría que “las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” [3].

Es así que, el creer a Moisés y sus escritos como el creer a los escritos del apóstol Juan y lo dicho por Juan el Bautista es al final creer en la persona de Jesús, y creer en la persona de Jesús es creer en sus Palabras que son espíritu y son vida. Pues quien recibe Sus palabras simultáneamente está aprobando que no existen otras palabras superiores como verdad, pues Jesús es verdad y por consiguiente quien recibe Sus palabras está atestiguando que lo que Dios dice es solo verdad. Así toda fe es un asentimiento a un testimonio pero la fe salvífica es un asentimiento a un testimonio divino, el cual es superior a todo otro testimonio.

De este modo, la fe salvífica es la compulsión o inclinación de la mente y voluntad del hombre regenerado hacia la verdad. Cuando a la mente y a la voluntad regenerada se le presenta la verdad plena no puede hacer otra cosa más que aceptarla, lo contrario es incredulidad. Lo que distingue a un creyente de un incrédulo al final es la mente de Cristo en él, las Palabras de Cristo que son espíritu y son vida están ahora morando en él permanentemente [4].

Por lo tanto, reafirmamos que la justificación es por la sola gracia que Dios concede, a través de la sola fe en Cristo Jesús, y que en la justificación, la santidad de Cristo es imputada a nosotros como la única posible satisfacción a la justicia perfecta de Dios.

Negamos que la justificación depende de cualquier mérito encontrado en nosotros, o que depende de cualquier infusión de la santidad de Cristo en nosotros.

[1] Juan 5:46-47, [2] Juan 3:33, [3] Juan 6:63, [4] 1 Corintios 2:10-16, Romanos 8:5-6, Hechos 28:23-24.

En las palabra de Agustín de Hipona,

“El pensamiento es anterior a creer… Creer no es otra cosa que pensar con asentimiento. Ya que no todos los que piensan creen… pero todos los que creen piensan; y ellos piensan creyendo y creyendo pensando”.

En palabras de Martín Lutero,

“(La fe Cristiana) verdadera es una confianza cierta y segura del corazón. Es un asentimiento firme por el cual uno se sujeta de Cristo (nuestra justicia)”

Como declara la Confesión de fe de Ginebra (1536) cuando dice:

“Confesamos que la entrada por la cual tenemos nosotros acceso a los grandes tesoros y a las riquezas de la bondad de Dios y que son concedidas a nosotros, es por la sola fe; puesto que en firme confianza y seguridad de corazón, nosotros creemos en las promesas del Evangelio, y recibimos a Jesucristo como Él se nos ofrece por el Padre y descrito a nosotros por la Palabra de Dios.” (Artículo11).

Como también el Catecismo de Heidelberg en la pregunta 21 responde:

¿Qué es la verdadera fe? La verdadera fe es un conocimiento seguro por el que acepto como verdad todo lo que Dios nos ha revelado en su Palabra. Al mismo tiempo, es una firme confianza de que no sólo a los demás, sino también a mí, Dios ha concedido el perdón de los pecados, la justicia eterna y la salvación, y esto por pura gracia, sólo por el bien de los méritos de Cristo. Esta fe el Espíritu Santo obra en mi corazón por el evangelio.”

5) Soli Deo gloria

Reafirmamos que debido a que la salvación viene de Dios y ha sido obtenida por Dios, ésta es para la gloria de Dios y que debemos glorificarlo a El siempre. Debemos vivir nuestra vida completa en la presencia de Dios, bajo la autoridad de Dios y solamente para su gloria.

Negamos que nosotros podemos propiamente glorificar a Dios si nuestra adoración es confundida con entretenimiento, si descuidamos la LEY o el EVANGELIO en la predicación, o si auto-superación, auto-estima o satisfacción propia se han convertido en alternativas para el evangelio.

Como declara la Confesión de fe de Ginebra (1536) cuando dice:

“Como ya hemos declarado que tenemos dicha confianza y esperanza de la salvación y de toda bendición sólo en Dios por medio Jesucristo, por lo que confesamos que debemos invocarlo a Él en todas nuestras necesidades en el nombre del Señor Jesucristo, quien es nuestro Mediador y Abogado con Dios, y por quien se tiene acceso a Él. De la misma manera debemos reconocer que todas las cosas buenas vienen solo de Él, y para dar gracias solamente a Él por todas ellas.” (Artículo 12),

Así,

“pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios… Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. … y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. … Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento,… a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. … diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. … Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (1 Corintios 10:31; 1 Pedro 4:11; Apocalipsis 1:6; 2 Pedro 3:1; Efesios 3:21; Apocalipsis 7:12; Romanos 11:36)


Formulado en base a La Declaración de Cambridge.